«Al crecer la
maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)
... frente a acontecimientos dolorosos,
algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la
caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio. Los falsos
profetas Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos
profetas?. Son como «encantadores de serpientes», o sea, se
aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas
adonde ellos quieren.
Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas
de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos
hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace
en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando
que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad... Cuántos se dejan
cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más
sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos
estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso,
como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la
vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el
ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio,
que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y
lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de
nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se
siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que
aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer
qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera,
porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien...